domingo, 11 de octubre de 2015

Las emociones detrás de rumblebot

La semana pasada @londones, una gran persona (a quien todos/as tenemos cariño y admiramos) que derrocha alegría, emoción y nos contagia por todos los lados todo su entusiasmo y espíritu ubuntu, me escribió los siguientes tweets:
Al leerlo, pensé que era una idea estupenda, y que casi me había leído el pensamiento, porque es imposible no sentir emociones al crear algo, y tu mente las va recordando a medida que avanzas.

Mientras pensaba en qué robot crear, me sentía muy ilusionada, pero a la vez indecisa. 
No era capaz de decidir de tantas ideas juntas que tenía, con cual quedarme, así que finalmente las fui reduciendo, según las posibilidades y dificultades que veía. Pero tenía ganas de aventurarme, de superar mi miedo a que no me saliera bien. Y por eso decidí hacer un probot, porque sabía que dentro de mí podía hacerlo, aunque tuviera vértigo, por lo que me esperara en ese momento y más adelante.

Cuando decidí qué hacer, según pros, contras (que veía a corto y largo plazo) y lo que tenía a mi alcance, di un paso más allá, pensé en un nombre para el robot y en cómo me gustaría que fuera.
En todo momento quería que fuera especial, una especie de robot multiusos que sirviera para más de un fin (mínimo dos). Un robot, capaz de ver lo que tiene a su alrededor y de ayudar a mejorarlo.
De momento esa es la idea (aun por clarificar alguna de sus posibles funcionalidades, ya daré pistas), así que más adelante veremos si eso lo consigo.

Siguiendo con lo que viví en el proceso, después de pensar en como debería ser rumblebot, llegó el momento de su gestación. Aquí entró de nuevo en juego la palabra miedo, a la hora de soldar, por razones tan obviad como hacerlo mal, cargarme algo o por la posibilidad de quemarme.
Así pues, con paciencia y con ayuda de mi hermano, lo conseguí y sentí alegría.  
Luego ante la posibilidad planteada de quizás tener que desoldar los cables y volver a soldarlos, (después del esfuerzo invertido), ese sentimiento se desvaneció y dio pasó a cierta resignación y un pequeño enfado.
Pero seguí sin parar, porque era parte del proceso. Pensar eso me reconfortaba y animaba, y aunque me recorrían por el cuerpo unos inquietos nervios por pensar en el producto final (algo inevitable), cuando lo terminé y por fin probé, sentí de alguna manera como me brillaban los ojos al mirar con asombro lo que había logrado.
Finalmente no se movía como yo quería, pero no me importa, ni me preocupa demasiado, porque yo sabía y aun sé que puedo siempre mejorarlo.
Desde entonces me siento satisfecha, porque lo disfruté, sigo disfrutando y sobre todo descubro nuevos micromundos de los que aprendo mucho.
Creo que esos obstáculos nos preparan para mejorar y no hay mejores experiencias en las que nos resbalamos y seguimos a pesar de todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario